VISION DE UN MOSQUERO BONAERENSE DE LA PESCA EN EL SUR MENDOCINO


En 2006, después de casi treinta años de caminar muchos ríos con la caña de mosca en la mano, llegué al sur mendocino. Finalmente me presentaba a la asignatura pendiente que representaban los ríos sanrafaelinos y malargüinos, de los que había tenido noticias por primera vez a través de la legendaria revista Diana en la década de 1960.
He regresado ya varias veces estos últimos años al Atuel, Salado, Grande e inclusive al Barrancas; pero por qué?

Cuando uno se inicia en este deporte-pasión que es la pesca con mosca, obviamente quiere aprender la técnica y dominarla lo mejor posible, como primer paso. Varios años lleva aplicarla correctamente haciendo la “lectura de los ríos” en concordancia con la especialidad. A continuación correspondería la etapa de la obtención de la mayor cantidad de capturas posibles y su devolución correspondiente en una clara competencia con uno mismo y a veces con el eventual compañero de excursión. Luego viene el tema de la calidad que siempre es importante, y finalmente, todo eso queda atrás y se busca la plenitud del deporte en la superación de las dificultades que el medio ambiente nos impone. ¡¡Eso es lo que ofrecen los ríos del sur cuyano!!
Las más de las veces las condiciones se nos presentan adversas. Aguas altas hoy, turbidez por el arrastre de sedimentos a causa de lluvias o la fusión de las nieves mañana. Excesivo arrastre de lama (algas filamentosas) por largas jornadas y una población de truchas salvajes de gran calidad, pero numéricamente discreta.
Esta suma de dificultades que parecería atentatoria a nuestros intereses es en realidad lo que busca el deportista cabal. Claro que esta es una visión propia que muchos comparten, pero no todos, es un tema de “crecimiento” personal dentro de la actividad.
Para ejemplificar se podría decir que la pesca con mosca es similar al golf, que aclaro no practico. En este último deporte se compite contra el puntaje de la cancha. En nuestro caso, la cancha es un tramo de río con sus estructuras propias (correderas bajas, runs, pozones, etc.) afectado cada vez por las condiciones climáticas del momento y las dificultades que mencionaba anteriormente. La esencia del juego está en obtener la mayor cantidad de respuestas (piques/tomadas) de nuestros preciosos “hoyos” vivientes que son las truchas, que trataremos de capturar para rápidamente devolverlas a donde pertenecen. De ahí la expresión: ”Metí un macho arcoiris y una marrón mediana”. Hoy nuestro puntaje será dos, mañana cinco y por supuesto habrá éxitos que valdrán más que otros por alguna razón particular (tamaño de la pieza, equipo empleado, estrategia usada), pero siempre con el goce de jugar el juego honestamente para enaltecer a este noble deporte.
Si me preguntan qué tendríamos que mejorar los pescadores todos, mosqueros o no, para con estos tesoros que son los ríos de San Rafael y Malargüe, diría sin dudarlo, nuestra actitud hacia ellos.
Protejamos y cuidemos estos hermosos cursos, sus aguas, sus costas, los caminos que los recorren, la biodiversidad que contienen y los circundan, y en fin, todo lo que La Naturaleza dispuso en ellos. También respetemos las reglas que los hombres a través de las leyes y reglamentos dispusimos para la conservación de los mismos y su fauna.
Creo que con la participación de los pescadores mendocinos en peñas, clubes, asociaciones, ONGs que tiendan a la preservación de estos recursos únicos se logrará el cambio de actitud necesario para que los ríos fluyan sanos por el territorio provincial por muchas generaciones.
Gerardo Santos. Adrogué. Pcia. de Buenos Aires.