En regla. Durante el día y con mosca, así practica la pesca deportiva Guillermo en el flamante espejo de agua mendocino. |
Los espejos de agua que están dispersos por la geografía mendocina se han convertido en un polo atractivo tanto para el turismo nacional como internacional. El sur con Valle Grande o los Nihuiles, otros apoyados en la cordillera como el Valle Hermoso de Malargüe, hasta el recientemente habilitado Potrerillos (embalse proyectado para atenuar las crecidas del río Mendoza, mejorar las zonas de riego y generar energía, tiene una superficie de 900 hectáreas y ubicado a 1.380 msnm), entre otros, se venden como postales a los amantes de los deportes náuticos no contaminantes y también es un imán para la pesca.
Sin embargo, esa imagen se está destruyendo. El reclamo proviene de los “mosqueros”, como se conoce en el mundo de la pesca, a aquellos que sólo con la caña y un señuelo artificial (mosca) van en busca de las truchas que abundan en las aguas del principal afluente mendocino, pero respetando los códigos de la pesca deportiva, donde la ventaja es para el animal antes que el pescador y también el entorno, en beneficio de todos.
Hoy Potrerillos muestra zonas donde los deshechos son la constante. Bolsas, botellas de plástico, pañales descartables y los humeantes restos de fogones, que traducido al buen romance significa que en ese lugar hubo gente pescando, en horario nocturno, contrariando todas las reglas impuestas desde la Dirección de Recursos Renovables Naturales, pero que no siempre son controladas, debido -se dice- por falta de “recursos”.
Desde la Asociación que los agrupa su titular, el abogado Manuel Linares, es categórico al hablar de depredación. Los propios “mosqueros”, son los que aseguran que los “guardaparques no dan abasto” (en referencia al actual presupuesto y la cantidad de personal), para realizar todos los controles necesarios. “Es bueno pescar en el dique, pero debemos recordar que existe una norma que regula la actividad con fuertes sanciones para los infractores”, confiesan.
Acá se pueden mencionar, entre otras, extraer hasta cinco piezas -entre el 1 de noviembre y el 30 de abril- con devolución obligatoria (es decir se deben liberar todos los ejemplares capturados con el menor daño posible). Con relación a esto, vale el comentario de Marcelo Badaloni, cuando rescata que “en general el pescador de mosca se encuentra comprometido con la conservación de las especies ictícolas”.Por lo que en general cumplen con el requisito imprescindible de contar con el carnet habilitante (que tiene un costo de 15 pesos anuales) y que es otorgado por la Dirección de Recursos Naturales Renovables.
Entre las prohibiciones se menciona la pesca en horario nocturno, “modalidad” que por lo visto (restos de fogones o embarcaciones con linternas) no se respeta.
Federico Casas, otro amante de esta especialidad que ha recorrido varios espejos del país, asegura que en los lagos del sur argentino los controles son estrictos. “Los inspectores llegan a secuestrar los equipos (que son muy caros) e inclusive los botes mal utilizados. Las multas pueden llegar hasta los 5 mil pesos. Por eso la gente respeta el lugar y las indicaciones de los guardaparques”, ejemplifica.
Por último, Linares también reclama que no existen suficientes contenedores o basureros para la gran cantidad de gente que concurre. Y asegura que tampoco hay adecuados métodos de recolección de desperdicios.
Esta actividad que ha crecido mucho en los últimos años, no sólo en cantidad de “mosqueros”, sino en negocios que se han “acomodado” a las nuevas exigencias, ven en Potrerillos un polo de atracción para los pescadores de todo el país, que pueden obtener “paquetes” combinados con -por ejemplo- los Caminos del Vino.